24 Ago Érase una vez…
Érase una vez un pastorcillo que cuidaba las ovejas de todo el pueblo. Los días eran aburridos arriba en las praderas. Un día decidió divertirse y empezó a gritar: – ¡Socorro!¡Que viene el lobo! Los habitantes salieron de sus casas y subieron corriendo a la colina para ayudarle a ahuyentar al lobo… y lo encontraron desternillándose de risa por la broma que les había gastado. Una semana más tarde…
Vivimos unos momentos donde recibimos a diario avisos alarmantes. Estos se producen por causas sanitarias, económicas, sociales… Ya bien sea por el COVID-19 o por la crisis internacional, los riesgos se acumulan y nos gobierna una sensación de incertidumbre sin saber a qué escenarios debemos atenernos. Es una sensación incómoda que en un primer momento nos sorprende, pero que a medida que pasan los meses nos vamos acostumbrando. Por ello el momento nos exige por un lado priorizar los objetivos a corto plazo. También debemos responder con rapidez y estrategia para poder hacer frente a la situación. A menudo esto nos obliga a ser flexibles y a no dar nada por sentado.
El sector inmobiliario no es ajeno a estos vaivenes. Venimos de unos años de crisis profunda con una destrucción del sector. Todavía estábamos recuperándonos del batacazo del 2008, que nos ha sorprendido el COVID-19. Si algo tienen en común las dos crisis, es que por más que analizáramos las ratios esenciales del negocio inmobiliario no fuimos, ni hemos sido capaces de estar preparados para lo que ha llegado. Los nuevos impactos generan mercados nuevos con parámetros distintos. En ambas situaciones los efectos devastadores se externalizan de manera diferida al impacto. Por este motivo todavía es pronto para saber el efecto real que va a suponer el COVID-19 para el sector.
El sector hace frente a la crisis actual con una posición más sólida y saneada que en la crisis del 2008. Las empresas no tienen un endeudamiento elevado y se está produciendo un volumen pequeño de viviendas. Es cierto que, frente a este escenario, el crecimiento del desempleo debilita la demanda que deberá acceder a la vivienda, y existe la duda de las condiciones de financiación de las futuras promociones.
En el pueblo, donde residían los propietarios de las ovejas, escuchaban tantos socorros que reinaba el desconcierto. Pero debemos estar alerta y seguir subiendo al prado para dedicar tiempo a pastorear las ovejas que cada uno tenga. La prevención es la mejor arma para la gestión de la incertidumbre. Esto facilitará que cuando llegue el lobo tanto el pastor como las ovejas estén preparadas para poder hacer frente a su ataque.