La vivienda de obra norva después del COVID-19

La aparición del COVID-19 ha obligado durante el mes de marzo al cierre de más de 80.000 empresas y ha incrementado las listas del desempleo en más de un millón de personas. La velocidad y la agresividad del virus nos ha dejado sin capacidad de reacción. También sorprende la globalidad del impacto. La suma de estas circunstancias nos ha conducido a una crisis sin precedentes. Como consecuencia del impacto llevamos más de un mes confinados en nuestros lugares de residencia.

Frente a la crisis sanitaria actual nos enfrentamos también a una crisis social y económica. Con este escenario hay razones para el pesimismo, pero ya estamos trabajando para salir de esta nueva crisis. En todo caso estamos pendientes de conocer primero cómo se realizará el desconfinamiento. Además de los protocolos a aplicar en caso de nuevos repuntes y cómo hacerle frente si fuera necesario.

Uno de los sectores con mayor impacto en la economía de nuestro país es el sector de la construcción. Dentro de este marco la promoción de la vivienda residencial de obra nueva tiene un peso específico. Analicemos pues, cuales son los aspectos que rigen el sector de la vivienda. El primero es la tasa de desempleo, el segundo la posibilidad de obtener financiación para la adquisición de la vivienda, y el tercero será la recuperación de la confianza por parte de la demanda.

Durante el proceso de confinamiento se han realizado un número muy elevados de expedientes de regulación temporales. A pesar del esfuerzo realizado parte de estos expedientes acabaran siendo definitivos. Esto provocará que la tasa de desempleo vuelva a valores de la anterior crisis. En caso de confirmarse estas previsiones tendríamos dos efectos directos sobre la demanda. El primero es la imposibilidad de recuperar la confianza y el segundo es la pérdida de la capacidad adquisitiva. Esta perdida puede ser por la imposibilidad de trabajar, o por el cambio de las condiciones retributivas. Esto clasifica a una gran parte de la demanda en no confiable para la obtención de financiación para la adquisición. Cabría preguntarse en estas circunstancias qué estrategia podemos tener las empresas del sector de la vivienda.

Frente a este escenario se abren algunas opciones a medio y largo plazo, pero no a corto. La planificación del negocio inmobiliario precisa como mínimo dos o tres años para poder llegar a consolidar la promoción. Esta planificación a medio plazo es incompatible con la estrategia a corto plazo que requiere el impacto del COVID-19. Las empresas trabajaremos en dos direcciones. La primera es poder superar el corto plazo. El segundo es empezar a reorientar la promoción hacia nuevas posiciones. Por ejemplo, la vivienda obra nueva para alquiler o bien desarrollar viviendas asequibles.

De momento estamos trabajando para poder hacer frente al COVID-19 y sobrevivir una vez más. También es cierto saldremos liderados por el esfuerzo de los equipos. Este camino no estará exento de nuevos sacrificios y ajustes para la salida de la crisis. Más pronto o más tarde, con más o menos ayudas, los proyectos seguirán avanzando con la esperanza e ilusión de los equipos y las personas.